Un hallazgo maravilloso: Experiencia de Lara

un-hallazgo-maravilloso

Quería compartir con vosotros esta carta tan hermosa de los papas de una paciente. Al recibir cosas como esta, además de darme fuerzas para continuar, me recuerda porque elegí ser Optometrista comportamental, para cambiar la vida de las personas.

Cuando encontramos un gran amor, o un gran maestro se cruza en nuestras vidas, o tenemos una experiencia que parece otorgar un sentido a nuestra existencia, acabamos refiriéndonos a ello como eso que marca un antes y un después en nuestra vida, confiriéndole el valor que para el hombre tiene lo maravilloso. No exageramos, en absoluto, cuando, al pensar o hablar de Pilar Vergara y del centro de terapia visual que dirige lo hacemos como quien acaba de descubrir algo maravilloso que supone un antes y un después en su vida, bueno, en este caso concreto, en la vida de nuestra hija Lara. El descubrimiento del Centro de Terapia Visual Skeffington supuso para nosotros un hallazgo maravilloso, como cuando las pequeñas coincidencias de la vida acaban conduciéndote al lugar que necesitas o que estabas esperando.

Lara había sido operada de estrabismo con cinco años recién cumplidos y, aparentemente, es decir, estéticamente, no quedaban apenas señales de ello. Sin embargo, un día, en el curso de una sesión de fisioterapia que Lara estaba recibiendo para mejorar su tono muscular, su motricidad y su postura, su fisioterapeuta nos comentó que venía observando que la niña torcía ligeramente uno de los ojos. Y como si intuyera de dónde podían provenir algunas de las características que Lara venía mostrando en el desarrollo de sus habilidades motoras y en su proceso de aprendizaje en la escuela, nos habló de Pilar Vergara y de su centro de optometría comportamental, una especialidad completamente desconocida para nosotros. Había leído su libro Tanta inteligencia, tan poco rendimiento y había oído hablar de los magníficos resultados de su terapia en niños con diferentes patologías visuales y con problemas de aprendizaje. Aquello nos sonó muy bien desde el principio y decidimos ponernos en contacto con Pilar, ya que algunas de las cosas que le ocurrían a Lara podrían tener que ver con su sistema visual.

Lara era una niña de diez años, disciplinada y responsable. Sin embargo, desde los primeros cursos de primaria mostraba cierto rechazo a la realización de la tarea diaria: se fatigaba muy pronto, le escocían lo ojos, le costaba concentrarse y mantener la atención y su rendimiento académico era inferior al esperado en relación con lo que finalmente estudiaba. Al mismo tiempo, en el nivel de 5º de primaria, la tutora nos informó de que el grado de atención de Lara en clase era muy bajo, hasta el punto de que ella consideraba que la niña podría tener déficit de atención. Pero Lara no era una niña hiperactiva y sus problemas de atención tampoco parecían encajar con la importancia que para ella tenía realizar sus tareas escolares diarias ni con el interés teórico que tenía por aprender. Era como un rompecabezas en el que faltaban algunas piezas.

Esas piezas fueron descubiertas en la primera visita que hicimos a Pilar Vergara. Su trato, desde el primer minuto fue absolutamente cercano, familiar, como si nos conociéramos desde siempre. Tuvimos la impresión de que lo que realmente se proponía Pilar con cada uno de sus pacientes, en este caso con Lara, no era otra cosa que mejorar sus vidas, hacer que fueran más felices, como si en su específico y laborioso trabajo de optometrista, la dimensión humana estuviera por encima de la científica, como un escultor al que no le importara tanto la perfección de los rasgos del rostro que esculpe como la humanidad que de ellos pudiera brotar al final de su obra. Esto es algo que podríamos haber dicho de Pilar (y del equipo de personas con el que trabaja) al final, pero queremos decirlo ahora porque fue la primera impresión que tuvimos sobre ella como profesional. Y no nos equivocamos.

En poco menos de una hora de aquella primera visita y de un examen de la visión de Lara, su diagnóstico estaba muy claro: la niña, por decirlo de una manera muy breve, tenía un sistema visual muy precario, tan precario que para ella ver podía llegar a ser una actividad tremendamente estresante. Carecía de visión tridimensional, tenía problemas binoculares, sus ojos no trabajaban de manera coordinada, no habían aprendido a trabajar juntos, su cerebro no sabía hacerlo, lo cual explicaba sus problemas de atención, de concentración y de fatiga, y podía explicar también su peculiar proceso de aprendizaje y su rendimiento escolar. Pilar podía ayudar a nuestra hija con una adecuada terapia visual, con la que mejoraría el control muscular de sus ojos, su convergencia, su habilidad para cambiar el enfoque, desarrollando también nuevas conexiones neuronales. Y, como consecuencia de todo ello, un montón de cosas más, como mejorar su coordinación motora, el procesamiento visual de la información y la eficacia general de su visión en su relación con el mundo, con las cosas y con las personas. Nos lo explicó con tanta claridad, rigor y seguridad que no tuvimos la menor duda en querer que empezara a trabajar con Lara lo antes posible. Cuando salimos del centro y contamos todo a nuestra familia y amigos, lo hicimos con el entusiasmo de quien ha visto la luz, de quien ha descubierto a alguien que puede, por fin, ayudarle a mejorar su vida. Esa fue la impresión que tuvimos en esa primera visita y que – y esto es lo más importante- después se confirmó.

El trabajo de Pilar y de su equipo a lo largo de dos años transformó a Lara. Pilar realizó un profundo y exhaustivo estudio no sólo de su visión, sino de su coordinación motora, de sus reflejos…Y tras los resultados obtenidos comenzó una continuada terapia que combinaba trabajo en casa y trabajo en la consulta, y que incluía la terapia visual propiamente dicha, el entrenamiento visual, la fototerapia y actividades orientadas a la integración correcta de los reflejos todavía no integrados. Fue ahí donde apareció Carmen, la persona con la que Lara trabajaba en cada una de las sesiones semanales fijadas. Lara acudía a la terapia semanal con la misma ilusión que un niño baja al parque a montar en los columpios o va a visitar a una amiga para jugar, pues las actividades realizadas con Carmen eran como un juego, y su trato tan dulce y cariñoso que Lara estaba deseando que llegara el martes, el día de la terapia. Carmen sabía perfectamente cómo motivarla y cómo reforzar su autoestima. Bastaba con una sonrisa, una palabra o un gesto de reconocimiento. No se podía hacer mejor.

Los resultados comenzaron a verse pronto, tanto en los controles periódicos realizados por Pilar, como en la vida diaria en el aula o en casa. La niña cada vez se fatigaba menos al leer y escribir, su atención mejoró ostensiblemente, algo que la tutora pudo corroborarnos, el tiempo necesario dedicado al estudio podía aumentar sin que se sintiera tan estresada como antes. La verdad es que estábamos sorprendidos y muy contentos por la evolución de Lara. Ella misma también era consciente de ello y de cómo su actitud ante las tareas escolares diarias había cambiado totalmente. Sentarse a hacer los deberes ya no era algo desagradable ni tan costoso como antes. Su capacidad de aprendizaje hoy es mayor y su rendimiento académico mejor.

Ahora se entenderá por qué el descubrimiento de Pilar Vergara fue para nosotros un hallazgo maravilloso. Creemos que con Lara consiguió su propósito, mejorar su vida y hacer que fuera más feliz, pues es así como se siente un niño cuando va superando sus frustraciones, mejorando sus capacidades y habilidades y percibiéndose a sí mismo igual que los demás. Vivimos en un mundo en el que queremos apresar la variedad y pluralidad de las cosas y de las personas que existen en el angosto espacio que nos dejan unas pocas categorías, donde lo que no es blanco o negro, o no tiene cabida, o pasa completamente desapercibido. En nuestra modesta opinión, el trabajo de Pilar Vergara arroja luz y descubre una variedad de complejas patologías que permanecen totalmente ocultas tanto a los padres, como a los profesionales de la escuela y a muchos profesionales de la visión. Sus conocimientos y sus terapias nos permiten ver. Y nos permiten ver en un doble sentido, en el sentido literal del término y en otro sentido tan importante como el primero, pues nos enseñan a acercarnos a la realidad con categorías más ricas y menos simplificadoras que las habituales. Gracias a lo cual, niños como Lara, ven mejor, y nosotros, sus padres, también vemos y entendemos mejor la forma de ver el mundo de nuestra hija. Pilar Vergara, con su trabajo arroja luz, y visión, sobre todos y sobre todo.

Muchas gracias, Pilar, y muchas gracias, Carmen, y a todo el equipo, por ese saber hacer y por el maravilloso trato que dais a vuestros pequeños pacientes. No se os puede pedir más.

                                                                      María José y Juan Luis (padres de Lara)

pilar-vergara

Pilar Vergara es Óptico-Optometrista especializada en desarrollo y visuocognición, Fellow C.O.V.D. y lleva 30 años dedicados a éste campo

Write a Reply or Comment